No tienes una máquina del tiempo (Ojalá)
Pero yo sé cómo hacer que revivas siempre que quieras, los momentos más especiales de tu vida.

No quiero ponerme sentimental, pero...

Yo fuí una niña que nació con una cámara bajo el brazo.
Recuerdo las excursiones en mi colegio, donde hacía reportajes a todo lo que se me ponía delante. Con el intringulis de no saber si había conseguido captar esa mariposa volando o esa instantánea de las amigas posando, hasta unos cuantos días y unas cuantas pagas después.
Pero gracias a esa obsesión por retratarlo todo,
tengo recuerdos de mi infancia, que de cualquier otra manera, habría olvidado o distorsionado a conveniencia.

Hace poco, para el cumpleaños de una amiga, quisimos hacer un vídeo y pedimos a su familia que nos enviaran fotos de su infancia, con sus hermanos, sus abuelos...
No había fotos.

Ni de niña, jugando con sus padres o sus hermanos, ni con sus abuelos (uno de ellos ya fallecido).
Encontramos algún selfie borroso que había subido a alguna red social, pero poca cosa.

Nos quedamos echas polvo, al pensar que todos esos recuerdos que ella guardaba vagamente en su cabeza, sólo existían en el recuerdo. No pudimos hacer vídeo, ni álbum con algunos de los recuerdos de su vida.

Lo que no pensamos al hacernos fotografías, es que no sólo las hacemos para nosotros, sinó para nuestros padres, nuestros hijos, y quizá algún día para los suyos.
Para que recordemos aquel tartazo a traición de tu hermano, aquella relación tan especial con tu abuela, o la unión y complicidad que tus padres os inculcaron a toda la familia.
Para eso, sirven las fotografías.
Para que, además de ver esos momentos exactamente como fueron, te transporten a esas emociones que sentiste justo entonces.
Son capaces de reconfortante, cuando alguien a quien quieres profundamente y que ha marcado tu vida, ya no está.

Las fotografías no son importantes, hasta que son el único recuerdo que te queda.